Cada Domingo, despúes de las doce
«Amistad» de Mónica Garcés Conley
He notado que a mi amigo Ricardo, también le gusta Norma. Siempre que vamos a conversar al parque Salazar de Miraflores, él le trae rosas y chocolates. La lleva desde que sale de la Universidad hasta su casa, en su camioneta 4×4 que le regalo su papá, por obtener una beca en la Universidad de New York. Claro que a mi también me jala, pero me deja a mitad de camino, en el paradero, para tomar mi combi.
A pesar que los tres tenemos 19 años. Somos unos chicos bastantes tranquilos. Hasta que un día, festejando mi cumpleaños, decidimos tomarnos unas botellas de Pisco. Como no sabíamos tomar, además de ser unos “cabeza de pollo”, nos emborrachamos rápido. Ricardo aprovecho la oportunidad para declarar su amor. Dejándonos sorprendidos con sus palabras. Ella me miró como pidiéndome ayuda. Pero solo atiné a decirle. Yo también te amo. Al parecer, tras escuchar mis palabras, a Norma se le quitó toda la borrachera. Se paro para buscar sus cosas y ponerlas en su mochila. Abrió la puerta y se fue sin mirarnos.
¡Salud, hermano! Hay que brindar por la chica más dulce y hermosa del mundo, nuestra Normita. ¿Qué, no vas a tomar?, no seas tonto. ¿Te vas a poner triste por lo que hemos hecho, Rubén? No desperdicies tus energías llorando como una niñita. Mejor hay que solucionar las cosas como los hombres. Hay que luchar por ese amor tan hermoso que solo ella puede dar. Mira, te reto a una carrera a nado en la playa de Miraflores. El que gané esta competencia, se quedará con Normita y el que pierda, caballero nomás. Tendrá que ser solo su amigo. Así que Rubén, pon todo de tu parte, por que saldré a ganar, y no tendré compasión. Ni siquiera por que te has quedado huérfano te dejaré vencer, y no me mires con esa cara de “borrego degollado”. Mañana, Domingo vendré al medio día a recogerte. Aún con la botella de Pisco en mano. Se fue Ricardo esa tarde lluviosa.